A 50 años de la muerte de Steve Prefontaine: un legado que no se desvanece

El 30 de mayo de 1975, el atletismo mundial perdió a una de sus figuras más emblemáticas: Steve Prefontaine de Estados Unidos. Tenía apenas 24 años, la misma edad en la que también fallecieron dos leyendas del atletismo internacional: los keniatas Samy Wanjiru, ganador del Maratón Olímpico de Beejing 2008, y Kelvin Kiptum, actual récord del mundo de 42K con 2h00:35 hechos en Chicago el 2023. Tres vidas breves, tres leyendas del fondo.

“Pre”, como lo conocían todos, fue mucho más que un corredor agresivo que lideraba sin temor. Con récords estadounidenses desde los 2.000 hasta los 10.000 metros, y siete títulos NCAA con la Universidad de Oregón, Prefontaine encarnaba el espíritu competitivo puro. Nunca ganó una medalla olímpica ni impuso un récord mundial, pero su legado brilló incluso más que el de quienes sí lo hicieron.

Murió en un accidente automovilístico en Eugene, tras una carrera frente al equipo finlandés. Su muerte conmocionó al atletismo y dejó un vacío profundo, especialmente en su hermana Linda, quien recuerda su lado más humano y su calidez fuera de la pista.

Desde su partida, su figura ha sido inmortalizada en películas, murales, un estadio, un clásico atlético con su nombre y homenajes anuales en el sitio del accidente, conocido como “Pre’s Rock”. Fue, además, un defensor incansable de los derechos de los atletas y la profesionalización del deporte.

Su vida terminó joven, pero su legado sigue inspirando a generaciones. “Salió y fue a por todas”, dice Conner Mantz, maratonista olímpico de EE. UU., sobre Prefontaine. Medio siglo después, esa filosofía aún vibra en cada corredor que se atreve a liderar sin miedo.