En una escena digna de película, Sir Mo Farah, cuatro veces campeón olímpico, demostró que la velocidad que lo llevó a la cima del atletismo también es útil en la vida cotidiana. Durante un día habitual en Londres, Farah fue víctima de un robo cuando un grupo de ladrones le arrebató el teléfono móvil y huyó en una camioneta. Lo que podría haber terminado en una simple denuncia, se convirtió en un espectáculo inesperado: Farah decidió perseguirlos corriendo.
Testigos quedaron atónitos al ver al legendario corredor cerrando la distancia con el vehículo como si estuviera en la última vuelta de una carrera olímpica. Los ladrones, seguramente incrédulos al mirar por el espejo retrovisor, se toparon con algo que nunca imaginaron: un atleta de clase mundial decidido a recuperar lo que era suyo.
Aunque los detalles de cómo terminó el incidente siguen siendo un misterio, lo cierto es que Farah convirtió una situación desagradable en una demostración de determinación y humor. Este episodio no solo resalta su rapidez de piernas, sino también su rapidez de pensamiento, recordándonos que el estado físico tiene aplicaciones que van más allá de las competencias.
La historia también humaniza a Farah: un campeón enfrentando problemas cotidianos, aunque con una reacción extraordinaria. Mientras la mayoría de nosotros optaríamos por una denuncia, él eligió correr, mostrando que en las calles de Londres, como en la pista, sigue siendo un ganador.